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miércoles, 13 de abril de 2011

El Huarango, el árbol de la historia de Ica

A LA SOMBRA DEL HUARANGAL

……….Las dunas, antes grisáceas y parduzcas ,ahora mostraban definidos matices ocres y blancos , cimbreantes nervaduras , su infinito oleaje de manchas , titilantes reverberaciones y charcos de espejismos . A la sombra del huarangal, vehementes persistían las mortales descargas de las hachas . Añoso y patriarcal, a pesar de su tenaz resistencia , ya nada podía contra el feroz ataque. Sus gruesos y durísimos brazos rastreros , gigantescas serpientes petrificadas , en poca horas cederían mutilados después de un camino de siglos para trepar por la pulida pared de esa duna. A corta distancia, también venerables y añosos, otros huarangos se limitaban a contemplar impotentes el ajusticiamiento. Al principio, los oscuros leñadores vieron cómo el filo de las hachas rebotaba o resbalaba en el duro cuerpo vegetal. Aún así porfiaron. Durante horas sintieron la vibración de los feroces golpes en las fibras de su prietos brazos, deteniéndose sólo a intervalos para tomar aliento y mojarse los labios con las damajuanas de agua a la sombra de su víctima . Astillas del encendido color del fuego empezaron a caer y pronto cubrieron el revoltijo de huellas en torno al tronco tan tercamente aferrado a la arena, las hojas menudas y agrestes, los pequeños frutos encerrados en sus resacas vainas <<¡ Hay que irnos –había dicho de repente unos de los hombres, ladeando el ennegrecido y ajado rostro hacia el sur-, parece que va a haber paraca!>>. Sí- contestó el otro , advirtiendo cómo empezaban a moverse espectrales sombras del huarangal -¡ Y viene con juerza! . En eso, la quemante exhalación llegó. Y fue de golpe. Agitó las gastadas ropas de los hombres, levantó los flecos de arena, soltó un sordo alarido al rozar los duros brazos rastreros de los huarangos. La bestia se sacudió inquieta, poniéndose tensa la cuerda que la sujetaba, y en el valle lejano empezaron a ladrar los| perros. Con destreza, los arrieros aseguraron las cinchas, recogieron las hachas, las damajuanas. Y con parte del descuartizado cuerpo sobre el mulo capón, los vio desaparecer en la garganta de los médanos. Entonces, sopesó lo paradójico de su destino. Pues, la paraca – tenaz adversario al que, de tarde en tarde, enfrentaba con sus hermanos para proteger el valle y las moradas de los hombres- esta vez le había salvado la vida. Y reflexionó sobre esta obstinada y dura existencia de los huarangos, nacidos a pesar de la sed y el azote del fuego que caía del cielo. Sed y fuego habían tejido las tortuosas y dramáticas formas de sus cuerpos, la pétrea consistencia de sus fibras. Habían hecho de sus ramas retorcidas y estáticas boas. Y, al mismo tiempo, habían hecho de estos árboles protectoras sombras para apaciguar durante el día la piel quemante del desierto o insustituibles armas para resistir el embate esmerilante del viento y, llegada la noche, el tenebroso enjambre de mallas donde encendían sus ojos y desenmadejaban sus voces las agoreras aves y las brujas de Cachiche…….
Fragmento de lectura, de la obra “La paraca viene del sur “del escritor iqueño José Hidalgo.
Obra ganadora del “1° Premio “CRISTOBAL COLON” DE NOVELA – UCCI (Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas)
Obra editada por la Municipalidad de Lima. Primera Edición- 1,500 ejemplares.
Lima, Enero de 1992.
Ricardo Belmont Cassinelli
Alcalde de Lima
Enrique Espinoza Bellido
Secretario Municipal de Educación y Cultura
Luís Repetto Málaga
Director Municipal de Educación y Cultura.

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